Resulta bastante curioso que seamos capaces de comprender que si dejamos de comer, el cuerpo enfermará. Que si dejamos de alimentar a la mente, cuando pasen algunos años degenerará. Y que si dejamos de alimentar los sentimientos, el corazón se hará tan duro como una piedra y tan pequeño que solo cogeremos en él nosotros mismos y nuestros demonios. Sin embargo, algunos piensan que, aunque dejen en ayunas al alma, eso no les afectará… ¡Qué gran error!

Cuando el espíritu se siente solo y triste, revolotea entre nuestras costillas dando vueltas alrededor del corazón, y eso se traduce en ansiedad, falta de aliento, ira, frustración y un “no sé qué me pasa, pero no estoy bien…” Lo que degenerará en lo que venimos llamando las Enfermedades del Alma. Cuyo único remedio es éste, darle a nuestro espíritu el sustento que necesita...

domingo, 8 de noviembre de 2015

El Derviche y el Banquete Real


En la corte real tuvo lugar un fastuoso banquete. Todo se había dispuesto de tal manera que cada persona se sentaba a la mesa de acuerdo con su rango. Todavía no había llegado el monarca cuando apareció un derviche muy pobre, vestido con harapos y, sin vacilar, se sentó en el lugar del trono. Este insólito comportamiento indignó al capitán de la guardia, quien, ásperamente, le preguntó: – ¿Acaso eres un visir para sentarte ahí? – ¿Qué dices, infiel? ¡Mi rango es superior al de visir! - contestó el derviche – ¿Acaso eres un primer ministro? - volvió a preguntar el capitán – ¿Que dices? ¡Mi rango es superior al de primer ministro! - El capitán siguió inquiriendo: – ¿Acaso eres el mismo rey? – ¿Cómo puedes decir tal cosa? - contestó el derviche - ¡Mi rango es superior al del rey! – ¿Acaso eres el Califa? - preguntó de nuevo el capitán de la guardia. - ¡Insensato! - contestó el derviche - Mi rango es superior al del Califa - Pero señor, sólo Dios está por encima del Califa - ¡Sí! - contestó de nuevo el derviche, pero mi rango es superior al de Dios - ¿Cómo puedes decir eso? - Dijo el capitán de la guardia - ¡Nada es superior a Dios! - A lo que el derviche, finalmente, contestó - Efectivamente, ahora sabes mi identidad. ¡Esa nada soy yo!-


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