Hace algún
tiempo vivió en las afueras de Madrid una familia muy pobre. El hombre,
honrado y trabajador, salía todos los días a buscar leña al bosque que después
vendía en el mercado de la ciudad, ganando algunas monedas para su familia. Como cada domingo, su hija, de pocos años, le
acompañaba al mercado para ayudarle, por lo que, en cierta ocasión, pasando por delante de una juguetería, la pequeña se quedó prendada de un collar
de perlas de plástico que había en el escaparate. Imaginando que aquel collar podría convertirla en una
princesa, la pequeña tiró de la mano de su
padre y le preguntó si tenían dinero para comprar el collar. Pero el hombre, con lágrimas en los ojos, le confesó que
apenas si tenían dinero para comer. No
obstante, la pequeña no se dio por vencida y decidió juntar dinero necesario para comprarlo. Así, comenzó a ayudar a sus vecinos en sus labores, haciendo pequeñas tareas en sus casas o cuidando de otros niños. De esa manera, después de algunos meses, consiguió las monedas que costaba el
collar y pudo comprárselo. Aquel collar la hacía soñar con otros mundos llenos de príncipes y de princesas. Sin
embargo, cuando cayó la noche, su padre entró en el dormitorio y le
preguntó: - María, ¿me amas? – Desconcertada, la niña contestó. – Por supuesto
que te quiero, papá. Eres la persona más buena del mundo. Veo cómo trabajas
todos los días para que podamos salir adelante. Te quiero muchísimo – María, si me amas, regálame tu collar de perlas - Dijo el hombre. Pero María, agarrando el collar con ambas manos, contestó: - Papá, por
favor, no me pidas mi collar de perlas.
He trabajado mucho para conseguirlo y lo quiero tanto. Si
quieres puedo darte cualquier otro juguete, pero, por favor, no me pidas mi collar de perlas – El padre,
quitándole importancia al asunto, le dio un beso en la frente y salió de la
habitación. No obstante, a la noche siguiente volvió a la habitación de su hija y le preguntó: - María, ¿me amas? - Tapándose el collar,
la pequeña afirmó -¡Por encima de cualquier cosa! - Si me amas – siguió el
padre - Regálame tu collar de perlas - Por favor, por favor – suplicó la niña - No
me pidas mi collar de perlas. Me ha costado mucho trabajo ganarlo y deseaba tanto
tenerlo... Si quieres te doy cualquier otra cosa. Todo menos mi collar
de perlas - El padre, como la vez anterior, le dio un beso en la frente y salió de la habitación. Sin embargo, a la noche siguiente volvió al dormitorio de la pequeña, pero esta vez ella lo
estaba esperando con lágrimas en los ojos - María, ¿qué te sucede?, ¿por qué
lloras? - Toma papá, mi collar de perlas. ¡Te lo regalo! - ¿Ya no lo quieres? –
Preguntó el hombre - ¡Oh, sí que lo quiero! – Respondió ella, pero te lo
doy porque te quiero más a ti – Entonces el padre
se sentó junto a ella, guardó el collar de juguete en su bolsillo y sacó un precioso collar de perlas
auténticas: - Éste es el collar de la familia, el cual pasa de generación en generación solamente cuando los hijos aprenden a valorar más el corazón de sus semejantes
que los objetos materiales. El egoísmo es la enfermedad que está arruinando a la humanidad, por tanto, recuerda siempre esta lección: Nunca valores a las cosas más que a las
personas, sobre todo si es alguien que cada día te demuestra su amor.